miércoles, 3 de enero de 2018

Posted by Sergio Vidal González | File under : , ,
Anoche salí con unos amigos a tomar unas birras, era un miércoles como otro cualquiera en una ciudad desolada por la desgracia. Era una ciudad que no ofrecía nada al ser humano, nada más que desolación por vivir allí.

Fuimos a un local bastante retirado, ya que todos los anteriores ya lo conocíamos muy bien, queríamos probar algo nuevo, un nuevo sitio en donde hacer amistades nuevas, ya que es lo único que nos quedaba, no teníamos ni trabajo, ni pareja con quien pasar buenos momentos.

Eran las 2 de la mañana más o menos, ya que se me apago el móvil, por falta de batería. Cuando llegamos al inhóspito bar, miramos por los ventanales para ver que ambiente había, pero no se conseguía ver nada, ya que no había prácticamente luces en el establecimiento.


Pues decidimos entrar, aunque a mi amigo no le parecía buena idea, ya que a él no le gustaba mucho el sitio y menos el ambiente que había. Desde fuera solo se escuchaba música heavy y nada más, ya que ningún otro sonido podría meterse entre la música heavy y salir fuera del establecimiento.

Entramos al final y como sospechábamos no se podía ver nada, a malas penas se podía ver la barra del bar y aún menos el que tenías de al lado.

Nos acercamos a la barra y al otro extremo vimos una sombra, se acercó derecho a nosotros y cuando estaba justo enfrente de mí, nos dimos cuenta de que se trataba del camarero que con tono burlesco nos dijo que si queríamos tomar algo.

Le pedimos unos wiskis solos y él se dio la  vuelta y desapareció en las sombras  de aquel bar oscuro.
Cuando la música se detiene y empieza a sonar otra como si de cantos gregorianos se tratase, mientras yo mirando al otro lado de la barra, ya que pensaba que el camarero estaba tardando demasiado.

Mi amigo, que se encontraba muy callado y parecía que no estaba, porque no se notaba presencia alguna, empezó agarrarme la camiseta con fuerza, de arriba abajo.

Molestado me gire rápidamente e hice que me soltara de un tirón. Él me cogió de la cara y me la giro con un toque seco que hizo que las cervicales me crujieran.

Donde el me apunto, fue al centro de la sala del bar, al cual nadie se encontraba en aquel momento, ninguna sombra se hallaba allí, de vida humana.

En las paredes se empezaron a encender unas antorchas que no sabíamos que estaban allí, y desde ese instante pudimos mejor ver mejor el local, el cual daba a entender que estaba en plena reforma, ya que había ladrillos, palas y demás en el suelo esturreado.

Eche una mirada hacia detrás y ya no había barra ninguna, como si nunca hubiera estado.
Algo raro estaba ocurriendo y mi amigo se fue hacia la puerta a intentar abrirla y estaba cerrada, lo empuje hacia atrás, porque algo le pasaba a la puerta, estaba desapareciendo.

Miramos los ventanales y ya no estaban, todo a nuestro alrededor se había ido como por arte de magia.
La música gregoriana seguía sonando de fondo y cada vez más fuerte, tanto que hasta las paredes temblaban y nuestros tímpanos no iban aguantar tanta presión auditiva.

Nos caímos al suelo al notar que nuestras piernas temblaban y al mirar hacia abajo, nos dimos cuenta que tampoco había suelo y que solo se veía un agujero negro, como un pozo.

Pero nosotros seguíamos notando como si nos sujetara para que no nos caigamos.
Nos intentamos levantar como pudiéramos, cuando miré hacia el lado y vi una mano esquelética atravesando a mi amigo, por el pecho, a la altura del corazón.

Yo no sabía como actuar, no tuve tiempo de reaccionar, solo pude ver aquella mano arrancarle la vida a mi mejor amigo.

La música gregoriana empezó a sonar más fuerte, haciendo que se apagaran todas las antorchas con la fuerza del sonido.

De pronto, la música ceso y unas luces se encendieron, dejando ver mí alrededor.
Yo estaba agachado, quieto, sin mover un solo musculo, cuando un joven se hacer para preguntarme si estoy bien.

Yo me caigo del susto que me propina, y miro para todos lados, viendo que en el bar, se encontraban personas normales y corriente tomándose algo sentados en sus respectivas sillas.

El camarero, desde la barra, me dijo que tenía el wiski en la barra y que si estaba bien, lo cual yo le conteste que no lo sabía, que parecía como que hace unos minutos atrás no recuerdo que es lo que había pasado.

Me pongo enfrente de la barra, cojo un taburete y me siento para tomarme el wiski y dejar pasar el tiempo.


Miro hacia mi lado y allí veo un vaso de wiski por la mitad y un taburete vacío.

0 comentarios:

Publicar un comentario